La necesidad de la medicina de estudiar el cuerpo humano creó un fructífero mercado de venta de cadáveres. Era un negocio tan rentable que hubo quienes pasaron del robo al asesinato para proveer a los médicos de su objeto de estudio en las clases de anatomía.

Muchos asesinos terminaron en la horca, pasando a ser ellos los protagonistas de esas ilustrativas clases.

El uso de cadáveres con fines artísticos ha sido un tema polémico y controvertido a lo largo de la historia del arte.

Es el caso de los conocidos como «resucitadores» o «resurrectores».

Los «resucitadores» fueron personas que se dedicaron a la exhumación de cadáveres para su venta a médicos y estudiantes de medicina en el siglo xviii y xix.

Esta práctica se debió a la alta demanda de cuerpos para fines de estudio en las escuelas de medicina, pero la ley de entonces solo permitía la disección de cuerpos de criminales ejecutados. En la Gran Bretaña del siglo xix el hurto de cadáveres era un delito común, por lo que, perdón por la terminología, abría las puertas a un nicho de mercado.

Y esta es la parte amable de la historia: está a punto de escuchar el otro lado, el truculento. Los resucitadores fueron muchos, pero nos vamos a centrar solo en dos, en dos Guillermos, dos irlandeses: William Burke y William Hare.

La mayoría de los cuerpos utilizados en las escuelas de medicina eran robados de tumbas o sacados ilegalmente de hospitales.

Pero los Guillermos dieron una vuelta de tuerca.

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Texto: Eugenio M Fernández Aguilar

Dirección, locución y producción: Iván Patxi Gómez Gallego @ivanpatxi

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