Imagina que cada célula de tu cuerpo es una fábrica en miniatura, trabajando para mantenerte vivo. Dentro de esta fábrica, el ADN contiene las instrucciones necesarias para construir y operar la célula. Cuando la célula necesita fabricar una proteína, la información de un gen se copia en una molécula de ARN, que actúa como mensajero llevando la información a las partes de la célula donde se fabricará la proteína. Este proceso genera un gran número de ARN que deambulan por la célula formando el transcriptoma. Cada ARN está codificado con cuatro letras químicas que se organizan secuencialmente formando largas cadenas que los científicos se esfuerzan por leer. Para lograrlo se han desarrollado distintos métodos de lectura y, ahora, un consorcio internacional, al que pertenece Ana Conesa, investigadora del CSIC-UV, ha realizado un estudio que evalúa los métodos de secuenciación de ARN de lectura larga.

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