La Tierra no respira y su corteza no tiene pulso, pero en cierto modo vive. No como vivimos nosotros ni como solemos entender la vida, peros sí de un modo poético. Como si fuera un descomunal organismo, sus constituyentes tienden normalmente a un equilibrio entre la geología, la biología, la meteorología, ninguna está aislada. Pero el enorme ser planetario está enfermo por nuestra culpa. Tanto que en lugar de regularse ahora recuerda a una bola de nieve rodando colina abajo. Un ligero aumento de las temperaturas significa menos hielo en los polos, exponiendo tierra y agua mucho más oscura que retendrá más calor aumentando todavía más la temperatura y fundiendo más hielo que a su vez… La bola de nieve es cada vez más grande, más rápida y más difícil de frenar. Para hablar sobre ello tenemos con nosotros al experto en cambio climático e investigador predoctoral en ciencias del mar Pablo Rodríguez Ros. A punto de acabar su doctorado, es licenciado en ciencias ambientales, con premio extraordinario, máster en comunicación científica y máster en cambio global. Pablo ha sido premiado por su labor científica con entre otros reconocimientos, una beca de la Fundación “la Caixa” y otra de la Comisión Fullbright, y ha participado en expediciones científicas en barco recorriendo desde la Polinesia hasta la Antártida.

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