Benjamín Garrote de Pedro fue un carpanta asturiano que aprovechó su capacidad estomacal para ganar apuestas de glotones. No había vanidad en ello, sino hambre, gusa y gazuza, y el día que había de comer había que lanzarse a por ello, por si había mañana y no de comer. Quien nunca pudo saciar su hambre fue Eresictón, el rey de Tesalia, cuyo egoísmo fue castigado por la diosa Deméter. Eresictón sólo consiguió acabar con su problema comiéndose a sí mismo. Eso sí, se quedó con hambre.

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