Estudios recientes han demostrado que ciertas dietas, especialmente las ricas en grasas y azúcares, pueden desajustar el funcionamiento de órganos como el hígado, lo que produce que éste envie señales erróneas al cerebro, alterando los mecanismos naturales que controlan el hambre y el gasto energético. Este desequilibrio no solo fomenta la acumulación de grasa, sino que también dificulta revertir la situación únicamente con dieta y ejercicio. Nos lo cuenta Noelia Martínez, investigadora del Centro de Oxford para la Diabetes, Endocrinología y Metabolismo.

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