¿Te has puesto a pensar cómo el ciudadano promedio de los Estados Unidos —y por ende de Puerto Rico— vive creyendo que tiene libertad de palabra, cuando en realidad tiene muy poca? ¿Has observado todas las artimañas que usa el sistema gubernamental y las corporaciones para impedir que el ciudadano común levante la voz?

En días pasados había una protesta de policías en Puerto Rico exigiendo que se le paguen sus horas extras y cotizar para una pensión digna y el seguro social. Curiosamente, el “mollero” gubernamental estaba ausente en esa protesta. Supongo que se hubiera visto muy mal que la “guardia nacional” limitara su acceso a las escalinatas del capitolio.

Tampoco habían líderes sindicales, ni religiosos, ni maestros, ni artistas apoyando la protesta. Supongo que eso es lo que sucede cuando un grupo continuamente coarta el derecho a la libertad de palabra de los demás. El día que son ellos los atropellados se quedan solos. ¡Muy triste!

En la Internet sucede algo parecido, pero distinto. La mayoría de la gente siente una especie de “libertad” que los empodera para decir lo que se le antoje, para atropellar la reputación de quien sea y de ofender a mansalva a personas cuyo único pecado es que “piensan de manera distinta”.

Pero la cosa es peor. En la mayoría de los medios electrónicos la libertad de palabra es una ilusión. En los medios tradicionales la censura es la oden del día. Basta que un locutor se pase de la raya y lo ponen de patitas en la calle.

Todavía, en pleno siglo 21, medios cuya audiencia va en un descenso precipitoso se comportan como “primadonas”. Trata de conseguir audiencia en radio, televisión y prensa y verás lo que te digo. La cantidad de escollos que te ponen es inconmensurable.

En la Internet no es muy distinto. Los algoritmos agresivos hacen que colocar contenido en lugares como Facebook, Twitter, LinkedIn, Instagram, YouTube y los demás sea prácticamente inútil. A menos que pagues, tu pieza la ve un puñado de gente. Es como hablar solo. Y todos sabemos que hablar solo es cosa de locos.

Entonces, que nos queda. Pues los blogs, los podcasts y los videos en lugares de pago. Y los tres requieren destrezas muy particulares para ser exitosos.

También requieren de otra cosa. Requieren de un alimentador RSS, o “rss feed”. Sin RSS lo que tienes es “contenido inconexo” en un cementerio digital.

Conocer cómo funciona el RSS y cómo se relaciona con la libertad de palabra es el tema del programa de hoy. No desde el lado técnico, porque eso importa muy poco, sino desde el lado práctico. Eso sí es importante… entender cómo estos tres medios garantizan tu acceso al mundo entero, sin “gate keepers” ni algoritmos que oculten tu mensaje.

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